Por una parte, encontramos al rabino de Nazaret, quien vino a este mundo a cumplir su misión; ungido no por hombres, sino por el Padre Eterno. Por medio de su mensaje dio a conocer la salvación del Eterno a las naciones. Y como dice la famosa frase hebrea, “todo es para bien,” entonces esto también es para bien y tanto judios como gentiles deberían reconocerlo. La salvación del Eterno se manifestó y se manifiesta entre los hombres a través de la Torah y el mensaje del rabino de Nazaret. Pero por otra parte, encontramos al mesías desdibujado que Roma nos ha presentado durante años, al Cristo que murió en una cruz, y cuya imagen ficticia se observa colgada en las cruces de sus iglesias. Quien además, no sólo tiene un representante en la tierra, a quien muchos llaman “papa,” sino también una sede en Roma, la cual ha cumplido a lo largo de la historia con una serie de funciones abrumadoras (Y a ésta institución, le debemos gran parte del desconocimiento actual de las Escrituras, su origen e historia).
De esta manera, descubrimos a un mesías visto de dos formas diferentes. La primera, desde la perspectiva hebrea y la segunda, desde la perspectiva greco-romana. Pero en este punto vale la pena hacernos la siguiente pregunta: ¿quiénes fueron los primeros discípulos?
Los primeros seguidores del Rabino de Nazaret eran hebreos. Entre ellos encontramos a Matisyahu, Ya’akov, Yohanan, entre otros. Por lo tanto, eran practicantes del judaísmo. Así que, asistían al Templo, cumplían con las ordenanzas judías, guardaban el Shabbat, día de reposo, y observaban las festividades que estableció el Eterno, Elohei Yisrael. Y de esto aparecen registros en Lucas 24:53, Hechos 2:46-47, Hechos 3:1, Hechos 5:12, 21, 42, Hechos 17:2, Hechos 22:17 y 19, entre otros. En fin, aparentemente los escritores del Nuevo Testamento fueron judíos, guardadores de la Torah, del día de reposo, y adoradores del único y sabio Elohei Yisarel.
Pese a que habían muchos judíos que no aceptaban a Yeshúa como el Mesías en aquella época, había un gran grupo que sí lo hizo. Así que, aunque habían diferencias entre ambos grupos, ellos no cambiaron de religión, porque ambas agrupaciones creían en el único Elohei Yisrael. Además, la misión de ir y proclamar las buenas nuevas fue dada a un grupo de judíos, quienes debían haber propagado las enseñanzas del Eterno, ya que ellos eran los que conocían la Instrucción dada en el Monte Sinaí y albergaban la esperanza de un Mesías, el cual se manifestó entre ellos. Un Mesías que no sólo cumplió con los mandamientos, sino también ordenó que se les enseñara el camino a los perdidos. Es decir, a nosotros los gentiles, porque éramos nosotros los que estábamos sin instrucción y sin conocimiento del Padre y su ungido.
Los judíos tenían la Escritura, la cual era y continua siendo una lámpara que ilumina nuestro camino; y era la Torah, la que era leída todos los sábados en las sinagogas. Y fue ésta la instrucción que enseñó el Rabino de Nazaret cuando estuvo en esta tierra, porque en aquellos días no había Nuevo Testamento.
Para continuar, Saúl, quien fue uno de los escritores del Nuevo Testamento, fue acusado de ser cabecilla de la secta de los nazarenos (Hechos 24:5). Y es quizás ésta la manera en la que fueron conocidos los seguidores de Yeshúa en el primer siglo, ya que él era de Nazaret. Aunque por otra parte, la Escritura dice que en Antioquia se les llamo “cristianos” por primera vez (Hechos 11:26). Según Paul Trebilco (2012), en su libro Self-designations and Group Identity in the New Testament, este grupo de judíos fue llamado así en Antioquia por los forasteros de aquella zona.
Podemos inferir que el Nuevo Testamento que tenemos en nuestras manos es de origen hebreo, no sólo por sus escritores, sino también por su esencia, ya que está lleno de hebraísmos que solo pueden ser entendidos en contextos hebreos. Como por ejemplo, la expresión “carne y sangre” para referirse al ser humano. Según Jehoshua M. Grintz en Journal of Biblical Literature (1960), esta expresión es común en el hebreo mishnaico.
En fin, aunque hay muchas controversias con respecto a los orígenes del Nuevo Testamento, no podemos negar que los primeros discípulos eran hebreos y la esencia del Nuevo Testamento también lo es. Y es quizás éste uno de los mayores inconvenientes que tenemos en la actualidad para comprender las Escrituras ya que no conocemos su trasfondo. En otras palabras, aunque el Nuevo Testamento esté lleno de hebraísmos, nuestra versión actual se observa desde un punto de vista helenista y romano. Por ejemplo, nos han hecho creer que “Jesús” nació el 25 de diciembre, día del festival del sol invicto, en un establo, mientras la realidad fue otra. Porque Yehoshua, nuestro Maestro, nació en medio de una de las celebraciones más importantes de Israel, Sukkot. Mejor conocida, para nosotros, como la fiesta de los Tabernáculos. Así que, por la concurrencia de gente, el Mesías nació en un pequeño tabernáculo, cuyo nombre en hebreo es Sukkah. Pero este es sólo un ejemplo de los cambios que trajo la institución romana, mejor conocida como Iglesia Católica Apostólica Romana. Y aquí observamos claramente, que la intención de los autores judíos no fue la de aquellos cuyos trasfondos eran helenísticos y romanos. Y no sería sino muchos siglos después que un hombre se atrevería a enfrentar a la gran institución por haber descubierto sólo algunas de sus mentiras.
Gracias a los precursores de la Reforma, la Iglesia Católica se dividió y los protestantes dejaron de venerar al ídolo de yeso que cuelga en sus cruces. Sin embargo, como consecuencia de esta división nacieron decenas de denominaciones con diversas perspectivas, doctrinas y visiones, entre ellas encontramos las siguientes:
· Luteranos
· Calvinistas
· Presbiterianos
· Mormones
· Metodistas
· Adventistas
· Testigos de Jehová
· Pentecostales
· Bautistas
· Anglicanos
· Evangélicos
· Reformados
· Congregacionalistas
· Ortodoxos
Estas son algunas de las denominaciones que existen actualmente. Entre ellas también hay subdivisiones. Y tratar de definirlas una por una, es una tarea ardua; pero todas tienen en común la creencia en el cristo desdibujado que creó la Iglesia Católica.
La visión que tenemos actualmente dista mucho de aquella que tenían los primeros creyentes. La visión de los piadosos primitivos se basaba en un libro judío, la Torah, el cual los católicos tomaron prestado y le agregaron el Nuevo Testamento. Así que, tenemos una Biblia compuesta por unos libros de origen hebreo y otros griegos, de los cuales nos han enseñado un punto de vista romano. Pero todo esto no termina aquí, porque en la actualidad sobran las visiones y las doctrinas en el mundo.
El Universo obedece las leyes establecidas por el Creador. Y así como hay leyes para el sol, la luna, y las estrellas, entre otros, también hay leyes para el hombre. El fin de esas leyes es que el hombre viva. Y ésta es otra de las visiones verdaderas para el hombre.
Porque somos justificados, perdonados, y salvos por el sacrificio del Mesías, pero su padecimiento y resurrección fueron el inicio de un camino; el cual nosotros debemos recorrer con obediencia y fe. En otras palabras, debemos respetar la instrucción del Padre y tener plena seguridad de que lo que Él dice en su Palabra es real, y se cumple en nuestras vidas. Porque su instrucción nos dice “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30:15). Y por otra parte, el Maestro nos dice “…el que me ama, mi palabra guardará…” (Juan 14:23).
Muchos de nosotros teníamos un velo antes de conocer la instrucción del Eterno. Así que, hacíamos lo que bien nos parecía, y andábamos como pensábamos que nos convenía. Pero teniendo el conocimiento del Mesías, parte de éste velo se cayó. Por lo tanto, comenzamos a caminar obedeciendo a aquel que nos llamó y nos salvó por su gracia, pero parte del velo todavía estaba en nosotros.
Agradándole al Padre el hecho de mostrarnos su verdad, parte de ése velo que nos queda continua cayéndose. Porque todos los días tenemos nuevas revelaciones, nuevas enseñas, nuevos aprendizajes, gracias al Padre, pero como dice la Escritura, “ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” (1 Corintios 13:12).
Nuestra visión en la actualidad depende en parte de nuestra consagración y deseo de buscar el rostro del Eterno ya que sin Él nada podemos hacer y nada podemos saber. Además, de su boca viene la sabiduría y Él es quien nos concede el conocimiento de su verdad. Por estas razones, para poder tener un conocimiento integral de su Palabra debemos buscarlo primeramente a Él, porque de Él depende nuestra manera de observar el mundo que nos rodea.
A. Sirviendo al Mesías de Israel
2. Merriam Webster’s (1999). Encyclopedia of World Religions. USA: Merriam Webster’s, Incorporated.
3. Word Reference (2014). Online Language Dictionaries.
4. Grintz, J. (1960). Hebrew as the Spoken and Written Language in the Last Days of the Second Temple. Recuperado de
http://www.jstor.org/discover/10.2307/3264497?uid=3739696&uid=2&uid=4&uid=3739256&sid=21104725935771
5. Trebilco, P. (2012). Self-designations and Group Identity in the New Testament. Recuperado de
http://books.google.com/books?id=eClpyHjVJg0C&pg=PA295&lpg=PA295&dq=outsiders+called+christians+first+century&source=bl&ots=BKqSbvSFGP&sig=897FphSy5e-XaLmA82Jt5SW7X4M&hl=en&sa=X&ei=7bFWVPn2I8TbsAT0xIKQDA&ved=0CB4Q6AEwAA#v=onepage&q=outsiders%20called%20christians%20first%20century&f=false
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