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domingo, 14 de diciembre de 2014

¿Por qué no le agradó al Señor la ofrenda de Caín? (Génesis 4:3-5)





Caín y Abel

Introducción


    La Biblia es un libro que encierra muchas enseñanzas, exhortaciones, historias y enigmas. Es un libro, como todos sabemos, inspirado por el Eterno para que tengamos conocimiento del Altísimo y seamos partícipes de su santidad. El Eterno es el dueño del cosmos y es un ser supremo y majestuoso. Por lo tanto, como Padre y Creador del Universo, siendo dueño de todo; simplemente demanda de sus hijos amor, obediencia y reverencia. Estas peticiones no son muy difíciles de cumplir, cuando hay amor y temor de Dios en el corazón.


    Si nos remontamos a la época de Caín y Abel, los hijos de Adán y Eva, los primeros habitantes de la tierra, encontraremos muchas diferencias en las acciones de esos dos hermanos. Caín y Abel, hijos del mismo vientre y padre, fueron dos seres completamente distintos en su manera de obrar y amar. En este caso, ellos actuaron de forma diversa en su forma de brindarle al Eterno una ofrenda. Ambos obtuvieron un fin diferente y doloroso. Sin embargo, uno de ellos fue agradable ante los ojos del Eterno.


    Este corto ensayo tiene como propósito conocer ¿Por qué no le agradó al Eterno la ofrenda de Caín? Si la ofrenda de Abel fue aceptada ante los ojos de Dios, y Dios la miró con agrado, qué fue lo que hizo Caín para obtener un resultado opuesto. ¿Es posible que Dios haya visto en uno de ellos algo más que su ofrenda?


El Eterno nos guíe, amén.


I. Las ofrendas

1. ¿Qué es una ofrenda?


    Una ofrenda es un sacrificio o un regalo que se entrega por amor o agradecimiento. “En hebreo el término general que se refiere a las distintas clases de sacrificios era minja (Gn 4.3, 4; 1 S 26.19; Sal 96.8). Posteriormente, minja significó solamente la ofrenda vegetal, y el término korbán se impuso para la designación general" (Wilton, 1998). Conocer los términos en la lengua hebrea nos ayuda a comprender mejor las Escrituras. La palabra hebrea minja "significa 'ofrenda,' 'oferta' o 'donación,' y se usa no solamente en cuanto a lo sagrado sino también en cuanto a ofertas y donaciones o regalos en la vida común,” que es interesante (Wilton, 1998, p. 1001). 


    En el cuarto capítulo del libro de Génesis, “la palabra se usa en un sentido más amplio, porque ambos sacrificios, el de animales presentado por Abel y el de los frutos del campo, ofrecido por Caín, son llamados minja. Si se usa en un sentido estricto el término se refiere solamente a una ofrenda vegetal, mayormente de granos, como en efecto se impuso en los tiempos posteriores” (Wilton, 1998, p. 1001). Un ejemplo de este tipo de ofrenda fue la ofrecida por Caín.

2. Tipos de ofrendas y significados

    Existen diversos tipos de ofrenda o sacrificios. Por una parte, se hallan los sacrificios cruentos. Es decir, aquellos en los que hay derramamiento de sangre; como el holocausto, el sacrificio de paz, y el sacrificio propiciatorio o por el pecado. Por otra parte, encontramos los sacrificios incruentos, como la ofrenda vegetal o minja, y el incienso. Algunos autores también señalan las ofrendas como ofrendas de liberación, de paz, por el pecado, por la culpa, las ofrendas mecidas y elevadas. Entre las ofrendas, también se encuentra la ofrenda de celos, que es una ofrenda recordativa por el pecado.

    “El holocausto (ola). Según su significado etimológico (‘lo que sube al altar’ o ‘lo que sube al cielo en forma de humo’), ola es la especie de sacrificios más citado en el Antiguo Testamento” (Wilton, 1998, p. 1000). Aunque el autor usa “Nuevo Testamento” para referirse a las Escrituras hebreas, estas escrituras se conocen como el Tanaj. Según Wilton (1998, p. 1000), el sacrificio se presentaba de forma quemada sin sangre y era muy importante “en el culto de Israel,” ya que se ofrecían sacrificios diarios y sacrificios en las fiestas, entre otros (Wilton, 1998, p. 1000). Algo muy importante, es que debido a que “al holocausto se le atribuía gran importancia por considerarse homenaje al Señor, el animal que se sacrificaba debía ser integro, macho y sin defecto” (Wilton, 1998, p. 1000). Existen diversos tipos de sacrificio.

    Según Wilton (1998, p. 1000), existen diversos tipos de sacrificios. “El sacrificio de paz (seba selamin). Era posiblemente la forma más antigua de sacrificio y se celebraba junto con una comida fraternal. El animal del sacrificio era ofrecido con un ritual idéntico al que iniciaba el holocausto.” La Escritura menciona diferentes tipos de sacrificio.

    Otro tipo de sacrificio era el sacrificio por el pecado. “Se combinaba con el holocausto, por ejemplo, en las fiestas (Nm 28s), pero tenía su propio significado. La parte más importante del rito (después de quemada la grosura) era la ceremonia propiciatoria con la sangre, con la cual eran ungidos los cuernos del altar y rociado siete veces el velo del tabernáculo o del templo” (LV 4) y esto tiene un significado profundo (Wilton, 1998, p. 1001).

    Otro tipo de sacrificio era el “sacrificio por la culpa o de reparación (asam). Estaba tan relacionado con el sacrificio del pecado que no se distinguen entre sí. Según la distinción más común el sacrificio por el pecado se presentaba por el sacrificio cometido por ignorancia, mientras que el sacrificio por la culpa correspondía a una falta cometida a sabiendas” (Wilton, 1998, p. 1001). Es interesante observar que la gente puede pecar aún por ignorancia.

    Otro sacrificio era el de “la ofrenda vegetal (minja)” (Wilton, 1998, p. 1001). “Generalmente este sacrificio acompañaba al holocausto, pero se ofrecía también como sacrificio independiente. Las primicias de la cosecha constituían una clase especial de este sacrificio” (Wilton, 1998, p. 1001). Todos los sacrificios tenían importancia y cada uno un significado diferente.

    Encontramos también “el incienso (lebona)” (Wilton, 1998, p. 1001). Este sacrificio se ofrecía “en el tabernáculo frente al velo del Lugar Santísimo (Ex. 30.1-6), donde estaba el altar del incienso, un incensario hecho de madera de acacia y cubierto de oro. Dos veces al día debían encenderse y mantenerse ardiendo continuamente las especies aromáticas de una fórmula exclusiva para este uso (Ex. 30.34-38). Solamente los sacerdotes tenían el privilegio de ofrecer el incienso” (Wilton, 1998, p. 1001). Cada detalle en las Escrituras es significativo y revela los misterios del Eterno y la forma en la que él desea que nos acerquemos a Él.

3. La ofrenda que a Dios le agrada

    Ofrecerle algo a alguien que todo lo tiene, es difícil. Ofrecerle algo al dueño y hacedor del universo, es complejo. Suya es la tierra y su plenitud. Él todo lo hizo con su poder. Así que, preguntarnos ¿Cuál es la ofrenda que a Dios le agrada? Es una pregunta de reflexión dirigida más hacia nuestra alma y corazón que hacia lo material y palpable.

    La Biblia muestra hermosos testimonios de hombres y mujeres que agradaron a Dios con sus ofrendas. Por ejemplo, Abel, Abraham, Noé, Ana, David, Salomón, entre muchos otros, a los cuales se podrían mencionar hasta llegar a través de la historia al hombre que se hizo así mismo una ofrenda de olor grato a Dios, y se sacrificó, derramando su propia sangre para llevar un mensaje de salvación a la humanidad. Debemos entender que hicieron los hombres y mujeres antes mencionados para agradar a Dios con sus ofrendas.

    Abraham fue un hombre obediente y su ofrenda fue su propio hijo Isaac. ¿Por qué una prueba tan difícil? Parece que esto fue una prueba de amor, obediencia y fe. En el corazón de Abraham había temor y reverencia ante aquel que podía levantar de entre los muertos a su hijo Isaac.
    
    Tenemos el ejemplo de Noé que también nos deja muchas enseñanzas. Antes de adentrarnos y examinar lo que agradó a Dios de Noé, se debe mencionar lo que profetizó Lamec, padre de Noé, acerca de él cuando nació: “Y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos…” (Génesis 5:29). En los días de Noé la maldad era mucha y todo pensamiento era de continuo solamente el mal. Es interesante que no se habla en este de las obras sino de los pensamientos. Parece ser muy necesario cuidar nuestros pensamientos porque el Eterno escudriña la mente y el corazón.

    En los días de Noé, también, había gigantes en la tierra. Dice la Escritura, “y se arrepintió el Eterno de haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Génesis 6:6). Y más adelante dice, “pero Noé halló gracia ante los ojos del Eterno” (Génesis 6:8). ¿Por qué? Porque dice la Palabra que Noé era varón justo, perfecto en sus generaciones y con Dios caminó Noé. Así que, la profecía de Lamec se estaba cumpliendo porque gracias a que Noé halló gracia, Dios preservó un remanente del cual nosotros somos descendientes. Y cuál fue la ofrenda de Noé, la justicia, la perfección de la cual se da testimonio, pero no porque fuera perfecto, sino porque Dios lo hacía perfecto por su justicia y porque caminaba en obediencia al Eterno, Dios de Israel.

    Otro ejemplo maravilloso de ofrenda es el de Ana. Esta mujer no podía tener hijos, así que con amargura de alma oró al Eterno, lloró abundantemente, y hizo voto diciendo: “Dios de los ejércitos, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Eterno todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (1 Samuel 1: 11). Era tanto el deseo de tener un hijo, por parte de Ana, que no le importó ofrecerlo al Eterno para que sirviera en el templo. Así que cuando tuvo a su hijo, Samuel, con todo amor y obediencia cumplió a Dios lo que prometió y aunque no tuviera a su hijo con ella todos los días, sabía que tenía un hijo y ese hijo serviría a su Dios. Lo más grande fue que Dios le otorgó la petición de su corazón y le permitió tener a Samuel y otros hijos también. Esa fue una historia maravillosa porque Ana tuvo la dicha de ser madre de un varón justo que serviría a su Dios.

II. La ofrenda de Caín

1. Los frutos de la tierra


    Anteriormente se mencionó la ofrenda vegetal (minja). Se dijo que las primicias de las cosechas eran parte de este sacrificio. Así que, esto fue lo que hizo Caín, ofreció una ofrenda vegetal. Por lo tanto, en este sentido, fue el primero en dar este tipo de ofrendas. También, se deduce que Caín no ofreció lo mejor del fruto de la tierra. Sin embargo, el problema no era la ofrenda, sino las actitudes de Caín.

    Está escrito que a Dios no le agradó la ofrenda de Caín. “Pero no miró con agrado a Caín y la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Génesis 4:5). ¿Qué sucedió con Caín? Decayó su semblante y así se descubrió lo que había en su corazón. Así que, surge otra pregunta: ¿Qué había en el corazón de Caín?

2. El corazón de Caín

    La Biblia da testimonio de que el corazón de Caín no era recto. De hecho, sus acciones testifican acerca de ello. Podemos inferir que Caín sintió envidia de su hermano. Y la envidia es algo que no proviene de Dios. Así que, lo invitó al campo y se levantó contra él y lo mató. “… ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas y las de su hermano justas” (1 Juan 3:12).

III. La ofrenda de Abel

1. Sacrificio aceptable


    La ofrenda de Abel, Dios la miró con agrado. Dice la Palabra que Abel ofreció de sus primicias lo más gordo de sus ovejas. “Y miró el Eterno con agrado la ofrenda de Abel”. También dice, “por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando testimonio de sus ofrendas; y muerto aún habla por ella” (Hebreos 11:14). En este último pasaje, se nos menciona algo más, la fe. Así que, Dios no sólo miró, las ovejas, como ofrenda, sino también el corazón y la fe de Abel. Por lo tanto, fue un sacrificio aceptable para el Eterno.

2. El corazón de Abel

    ¿Qué había en el corazón de Abel? Podemos inferir que el corazón de Abel era movido por el amor y el deseo de agradar a Dios con lo mejor de lo que Dios le había dado, y lo más importante con un corazón limpio y sincero. También, que Abel era un hombre justo. Más allá, tenía fe o emunah. Por lo tanto, fue esa fe la que lo movió a ofrecerle a Dios lo mejor de sí mismo, no solo de lo que tenía materialmente, sino de su alma, su ser y todo lo que había en él, desde su corazón.

IV. Consecuencias de las acciones de Caín

1. La sangre de Abel clama desde la tierra


    Caín invitó a su hermano Abel al campo. La invitación que le hizo Caín a su hermano fue hecha con alevosía y premeditación. Porque estando en el campo, “Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató”. Como resultado, la sangre de Abel clamó desde la tierra.

    Los libros que se conocen como Nuevo Testamento nos dicen que desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías será demandada de esta generación. Así como clamó la sangre de Abel desde la tierra, también clama la sangre de los profetas y mártires que han sido muertos por causa de la injusticia y la rebelión de hombres perversos. Como lo dice el libro de Apocalipsis: “Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:10).

2. El castigo de Caín por la muerte de Abel

    Dice la Escritura, que el Eterno le preguntó a Caín que había hecho porque la sangre de Abel clamaba desde la tierra. Dios castigó a Caín diciéndole: “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra. Y dijo Caín a Dios: Grande es mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. Y le respondió Dios: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Dios puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara. Salió, pues, Caín de delante de Dios, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén” (Génesis 4: 11-16). De esta manera, fue castigado y echado Caín de la presencia de Dios.

V. Exhortaciones

1. Nuestras ofrendas en la actualidad

    Algunas veces nos preguntamos ¿Qué podemos ofrecerle a Dios? ¿Cuál es la ofrenda que desea el Eterno de cada uno de nosotros? Para estas preguntas existen muchas respuestas.

    En la antigüedad, los sacerdotes ofrecían diversas clases de ofrendas, las cuales hemos visto anteriormente, ofrendas de paz, por el pecado, de celos, entre otras. Esos sacrificios también servían para limpiar el pecado del pueblo con la sangre derramada de los animales. Sin embargo, los sacerdotes dejaron de ofrecer un sacrificio excelente al Eterno, como lo dice el libro de Malaquías en el primer capítulo. “Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? Dice el Eterno de los ejércitos” (Malaquías 1:8). “Habéis además dicho: ¡Oh que fastidio es esto! Y me despreciáis, dice el Eterno de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentáis ofrenda ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? Dice el Eterno” (Malaquías 1:13). Al Eterno debemos ofrecerle lo mejor de nosotros mismos porque Él es quien nos da todas las cosas conforme a su buena voluntad. Entonces nos preguntamos ¿Cuál será la ofrenda que agrada a Dios en la actualidad?

    Hay una gran variedad de sacrificios que podemos ofrecer al Eterno desde nuestros corazones. Sin embargo, primero debemos preguntarnos ¿Cómo podemos encontrar gracia ante los ojos del Eterno? Nuestro deseo debe ser hacer lo que a Él le agrada. Y lo que a Dios le agrada está muy explícito en la Biblia. Así que, en primer lugar, lo que debemos hacer es escudriñar las Escrituras para descubrir lo que a Dios le agrada.

2. Nuestros corazones

    Nuestros corazones son muy importantes para Dios. La Biblia nos dice que “sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). Pero, por otra parte, también nos dice que “del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Además, señala que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). Aunque parezca paradójico, del corazón mana la vida, pero también del corazón salen aquellas cosas que no le agradan a Dios.

    Del corazón de Caín salió envidia, homicidio, engaño, ira, celos, cosas que están ligadas a las obras del mal. Por lo tanto, debemos cuidarnos y rogarle al Eterno que nos llene de su Santo Espíritu. Debemos desechar toda inmundicia, idolatría, borracheras, envidia, lascivia, fornicación, adulterio, detracciones, mentiras, celos, contiendas, maledicencias, gritería, hechicerías, pleitos, iras, herejías, homicidios, orgias, disensiones, homosexualismo, avaricia, vanidades, malos deseos, pasiones desordenadas, amor al dinero, soberbia, blasfemia, rebeldías, codicia, glotonerías, vanagloria, amargura, murmuración, entre muchas otras obras que no son buenas para presentarnos ante el Eterno, en obediencia a su Palabra. De esta manera, nos alejaremos del camino Caín y el camino del mal. Porque dice la Escritura, apártate del mal y haz el bien. En síntesis, nuestro corazón es una ofrenda hermosa para el Eterno. Por esta razón, debemos rogar al Eterno que nos dé un corazón conforme al suyo, como lo tenía David. Y como lo han tenido muchos de los siervos en la historia bíblica, de los cuales se ha dado testimonio de que fueron hombres justos y rectos; entre ellos, Abel.

Conclusión

    En conclusión, la ofrenda de Caín no fue agradable ante los ojos del Eterno. Caín albergaba en su corazón sentimientos opuestos a la esencia divina; entre los cuales se pueden mencionar la envidia y la ira. Por lo tanto, no hizo lo que era justo y recto; y sus acciones dieron testimonio de ello. De hecho, fue tanta la maldad que albergaba en su corazón que se convirtió en homicida. Así que, no podía agradar a Dios con sus obras.

    La Palabra de Dios nos dice: “El sacrificio de los impíos es abominación; ¡Cuánto más ofreciéndole con maldad!” (Proverbios 21:27). Al analizar este texto, es posible deducir que el sacrificio de Caín fue ofrecido con maldad. Por esta razón, al ser reprendido se ensañó, es decir, se irritó, se enfureció; por lo tanto, decayó su semblante y como consecuencia arremetió contra su hermano.

    Caín dejó claro que se inclinó al mal. Es en el Nuevo Testamento, en primera de Juan, se revela lo siguiente: “No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas” (1 Juan 3:12).

    Siguiendo el ejemplo de Abel, la ofrenda que a Dios agrada es la que sale de un corazón sincero y limpio. Es decir, aquella ofrenda en la que el ser humano ofrece voluntariamente lo mejor de sí, en alma, cuerpo, mente, y espíritu. Porque Dios es digno de recibir de sus Hijos lo mejor. Abel dejó ejemplo de ello a través de sus acciones.

    Cada ser humano debería dar su ofrenda voluntaria al Eterno deseando hacer su voluntad, conocerlo y acercarse a Él. Los que queremos hacer su voluntad, deseamos ser olor grato para Él. Anhelamos agradar en nuestra forma de pensar, amar, perdonar, vivir, hablar, vestir; es decir, en todo momento. En mi opinión, la ofrenda debe ser un gesto de amor y gratitud que envuelve todo nuestro ser, alma, cuerpo y espíritu. Se manifiesta a través de nuestras oraciones, nuestra forma de vivir, actuar, pensar, y más.

    Él y su Santo Espíritu nos enseña, su ungido está de nuestra parte, y sus ángeles nos ayudan porque el Eterno es bueno. Así que demos gracias, porque Él es bueno y para siempre es su misericordia.

¡Ofrezcámosle al Eterno lo mejor de nuestras vidas!

Bibliografía

Wilton, Nelson, Nuevo diccionario ilustrado de la Biblia. USA: Caribe, 1998. 

Concordancia Electrónica, http://www.miconcordancia.com/concordancia.php (19 de mayo, 2012).




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